lunes, 15 de diciembre de 2014

Relación sumaria del comienzo y suceso de las guerras civiles que llamaron las Comunidades de Castilla.

Relación sumaria
del comienzo y suceso de las guerras civiles
que llamaron las Comunidades de Castilla,
de cuya causa se recogió la muy ilustre señora
doña María Pacheco,
que fue casada con Juan de Padilla.
A Portugal,
con quien yo Diego de Sygi vino. 1


«En el año de 1520 entre las dos Pascuas, estando el Emperador Carlos V, rey de España, etc., de partida, digo de vuelta para Flandes, de donde poco antes viniera a tomar la posesión y dominio de los reinos d'ella, que de derecho le pertenecían; y habiendo sido reconocido y obedecido por Rey y señor, llana y pacíficamente, y queriéndose así volver contra voluntad y parecer de todos los Estados y inducido por cabeza de Monsiur de Xeures 2 , su ayo, y d'otros principales flamencos con que se criara y consigo truxera, y de quien solamente fasta entonces se fiaba, mandó llamar a Cortes para la ciudad de la Coruña 3 , cerca del cabo de Finisterra, en el reino de Galicia.

Y siendo llegado su mandado a la muy noble, imperial y siempre leal ciudad de Toledo 4 , y tratando en el Senado, que llaman Ayuntamiento, d'esta materia, se determinó que fuese enviado uno de los Regidores d'ella con carta e embaxada al Emperador, suplicando a S. M. no quisiese quebrar la antigua y loable costumbre d'aquellos reinos, en que nunca se acostumbrara a hacer Cortes a lengua del agua, sino en Burgos o en Toledo o en otras ciudades y villas para eso abastadas, e que en Galicia nunca se hicieran; y asimismo suplicaban a S.M. no quisiese irse d'estos reinos que eran los mejores y más antiguos y más honrados y ricos de cuantos estados tenía; y principalmente siendo su presencia tan deseada de todos y deseando servirle y amarle, puesto que los extranjeros con deseo de su naturaleza y de le tener tiranizado le daban a entender lo contrario. Y d'esta carta y embaxada el Senado de Toledo mandó dar cuenta a las principales ciudades de Castilla las cuales estaban esperando hasta ver lo que Toledo determinaba, y así les pareció a todas.

Mas ido este Regidor no fue oído o a lo menos no a su voluntad respondido, antes envió otra vez a llamar a las dichas Cortes, y entonces enviaron dos Regidores procuradores con sus poderes abastantes. 5 D'ellos uno fue D. Pedro Lasso de la Vega 6 , y otro no se me acuerda si se llamaba D. Alonso de Silva, que moraba a San Soles en Toledo 7 . Estos no consintieron en las Cortes y protestaron d'ellas y de cuanto en ellas se tratase y asentase ser nullo; e d'esta manera no se asentó el tributo que habría tramado Xeures, que de cada paño fino que se acabase en casa del trapero de poner en punto para vender, se pagase un ducado al Rey. Tampoco se consintieron los chapines de la Reina que eran… cuentos en tres años, que fuera tributo puesto por la Reina Doña Isabel cuando se acabó de tomar Granada, y decían que a consentirse en aquellas Cortes prescribía y quedaba obligado aquel tributo. 7 En este medio tiempo y con las nuevas d'estas cosas se levantó Toledo, Burgos, Salamanca, Toro, Zamora, Segovia, Madrid, Córdoba e Sevilla, todos con la voz de Toledo, reclamando de las Cortes y pidiendo con apellido que no se fuese el Rey ni se consintiesen estas opresiones.

En Toledo nombraron por capitán a Juan de Padilla, hijo de Pedro López de Padilla, y sobrino del gran Comendador de Alcántara, que fuera tan privado de la Reina Católica, y por este respeto casara Juan de Padilla con la señora Doña María Pacheco, hija del Marqués de Mondéjar, visorey de Granada, con cuyo consejo se propuso esto en Ayuntamiento, y allí se ajuntó mucho pueblo y llevaron a Juan de Padilla como capitán y caudillo d'este apellido de libertad e comunidad, y lleváronle por todas las calles públicas, d'ellos en ordenanza, d'ellos con tumulto y a las veces con grita. Mandaron poner guardias en las puertas de la ciudad, y de noche andaban rondándola cada noche una perrochia 8 .

Estando la cosa en este punto tornó D. Pedro Lasso de las Cortes y ya era embarcado 9 César, porque sus flamencos le dieron prisa con la nueva d'este levantamiento, que se fuese, que lo habían de matar. Venido D. Pedro Lasso lo fueron a recebir y lo llevaron por toda la ciudad a él solo a caballo y todos los más nobles y ciudadanos y populares en manera de triumpho a pie, haciéndole aclamación como a defensor de la Patria, y él en alguna manera lo rehusaba.

En este tiempo los grandes e otros señores de Castilla favorecían esta opinión por parecer que esto se moviera y prosiguiera con celo de libertar la Patria, que parecía opressa de los extranjeros. Solos el Condestable 10 y Almirante 11 que César dexara por Gobernadores y con poderes abastantes para esto, repugnaban a este negocio, fasta que ordenaron estas ciudades que estaban levantadas de nombrar de cada una d'ellas dos personas de buen celo e saber, los cuales todos se juntaron, si bien me acuerdo, en Medina del Campo, y esta congregación llamaron "La Junta", y a los centunviros así ajuntados "los señores de la Junta", los cuales por algún tiempo consultaban las cosas que parecían bien para el gobierno de los pueblos y a cada uno d'ellos escrebían sus cartas y recebían sus respuestas y ansí a los Gobernadores arriba dichos, cada uno defendiendo su propósito. 12 .

En este tiempo se levantaron, en los pueblos ya dichos, hombres alborotadores que indujeron al pueblo, que la alcabala, derecho antiguo de los Reyes de Castilla, que no se debía pagar por haber sido impuesto violentamente y sin voluntad de los pueblos y d'ella haber reclamado en tiempos pasados según se decía, para lo cual hicieron abrir el Archivo de la Casa del Ayuntamiento de Toledo, y yo fui uno de los que para esto fueron nombrados, y aún así hice un sumario de todas las escrituras que allí se hallaron por mi mano, el cual con otros papeles d'aquel tiempo y negocios después d'estar en Portugal quemé; más bien se me acuerda que no se halló allí la imposición de la alcabala ni reclamación ni protestación alguna contra ella 13 .

D'allí nació la disensión entre los señores y caballeros que fasta entonces favorecían este propósito y entre los pueblos que andaban levantados, porque hicieron su cuenta que removiendo las alcabalas, a cada uno d'ellos sucedería grande daño en sus estados y rentas, por tener cada uno d'ellos las alcabalas de sus villas y lugares y tierras; y ansí luego se comenzaron a apartar y desviar de los Ayuntamientos y consultas del pueblo y salirse de las ciudades y pueblos levantados en que solían morar y reducirse a la opinión de los Gobernadores de César y tratar contra los pueblos y los pueblos saquearles las casas y aún derribárselas, si podían, llamándolos traidores y enemigos de la libertad y bien común de la Patria; y comenzó este fuego de manera que ningún caballero ni hijodalgo vivía seguro entr'ellos y assí se ausentaron todos y se fueron a sus lugares y haciendas o heredades a morar.

Y llegada la cosa a este estado, comenzaron los Gobernadores con favor y ayuda d'otros señores y caballeros a hacer gente d'ella de las guarniciones qu'el Rey suele tener alojadas en diversas partes del reino, y d'ellas ajuntadas de nuevo con ánimo de desbaratar las comunidades; y ansí d'est'otra parte se hizo gente en Toledo, Segovia, Salamanca y Zamora y sus capitanes con ella, y de la que salió de Toledo fue por capitán Juan de Padilla, y sacó de Toledo dos mil hombres bien en orden, y pasados los puertos se juntaron con él los otros capitanes, especialmente D. Pedro Maldonado 14 con la gente de Salamanca y Juan Bravo 15 con la gente de Segovia y otros caballeros de Valladolid con la d'aquella villa y otras.Esta gente junta tomaron la torre de Mormojón y la fortaleza de la torre de Lobatón 16 , y con ellos se levantaron los de Ruyseco y d'otros lugares y llevaron consigo artillería de la Mota de Medina, que también fue d'esta opinión y hicieron forma de ejército marchando para Tordesillas donde tentaron de hablar y mover la Reina Doña Johana, madre del Emperador, aunque S. A. no estaba en disposición para tratar nada con ellos 17 ; y ansí pasaron adelante y caminando para Villalar, la gente de los Gobernadores de caballo, viendo que iban algo desordenados y con la tarde y lluvia deseosos de se aposentar en la villa, con buen consejo les fueron dando caza fasta que Juan Padilla habló a los otros capitanes que también llevaban alguna gente de caballo, queriéndoles mover que diesen la vuelta e hiziesen rostro a los enemigos, sino que se perderían. No pudo acaballo con ellos porque no curaban de otra cosa más que irse recogiendo en la villa. Entonces dixo Juan de Padilla a tres caballeros de su casa y capitanía d’hombres d'armas que tenía: ‘Vosotros seguidme. ¡Cómo! ¡Nunca Dios quiera que digan en Toledo ni en Valladolid las mujeres, que les truxe sus maridos e hijos a la carnicería y que yo huí y me puse en salvo’. Dicho esto puso las piernas al caballo y los suyos con él y arremeten y rompen el escuadrón de seiscientas lanzas de parte a parte, en que fueron todos heridos más no de heridas de muerte, que bien se pudieran escapar y ansí se lo aconsejaban los suyos, más él viendo que la cosa era perdida, con deseo de morir allí, tornó a arremeter de la otra parte para romper por los mesmos hombres d'armas y d'aquella vuelta fue mal herido y preso, y entre los que se salvaron en la villa fueron presos Maldonado e Bravo, los cuales juntamente con Padilla otro día siguiente 18 fueron degollados en la plaza de Villalar y allí enterrados.

Acabado esto, tanto que D. Pedro Lasso vido preso a su vecino Juan de Padilla, envió por la posta aviso a la Señora Doña María, su mujer, y como mi Señora Doña María Pacheco tenía la ciudad cerrada y guardas en las puertas y centinelas por el campo, luego fue tomado el mensajero con las cartas que traía y llevadas a mi Señora que estaba rezando delante de un Crucifixo y yo allí a la puerta de la cámara; y leída la carta dixo a los que allí estábamos, que éramos unas dueñas y yo, que eran las once de la noche y más, estas palabras siguientes corriéndole las lágrimas de los ojos: ‘Si esto es verdad, yo me contentaría que nos dexasen a Juan de Padilla y a mí salir en sendas mulas del reino’. Y dichas estas palabras, luego mandó poner mucho recado en las puertas de la ciudad y apercibir el Alcázar para se mudar a él, como después lo hizo.

Al tercero día comenzaron a venir los atabaleros 19 y menestriles 20 y acemileros 21 y otros criados que huyeron de la batalla y contaron el desbarate, y luego vinieron los hombres d'armas heridos y otros criados, que a todos los soltaron después de la muerte de su señor y contaron todo como pasaba y truxeron el testamento que esa noche antes hiciera y algunas reliquias y cosas que les diera para traer a la Señora Doña María, la cual como buena mujer hizo el sentimiento debido por la muerte de su marido; 22 y a cabo de ocho días, como varonil Señora, cubierta de luto toda y sus andas, se mudó al Alcázar y d'allí comenzó a apercibir la defensión de la ciudad contra el Prior de San Juan 23 y otros principales caballeros que la tenían cercada con tres mil de caballo y siete mil soldados; y se la defendió nueve meses después de la muerte de su marido a fin de hacer su partido y el de los moradores de Toledo que con ella perseveraban desde el comienzo, porque como decía ella, si se saliera o rindiera luego, hobieran de maltratar al pueblo. 24

E desta manera estando y haciendo los de la ciudad muchas salidas y cabalgadas contra los enemigos, entre los cuales estaba y siempre estuvo Gutierre López de Padilla, hermano de Juan de Padilla, que corría el campo fasta echar las lanzas por cima de los muros del arrabal, no pudiendo entrarla por fuerza ni por maña, le cometieron el partido siguiente, el cual trataron con la Señora Doña María, la Condesa de Monteagudo, su hermana, y el Sr. Gutierre Lopez, su cuñado; y de la otra parte eran el Prior de San Juan y el doctor Zumel, que para ello amostró poder bastante de los Gobernadores.

Que S. M. perdonaba a ella y a todos sus criados paniaguados y allegados a su casa y ansí a Fernando Dávalos y a todos los más caballeros, ciudadanos, vecinos y moradores de la ciudad, de cualquier estado y condición que fuesen de todos e cualesquier escesos e culpas en que obiesen encorrido por este caso de las Comunidades; de manera que entonces ni en algún tiempo por ello no fuesen demandados, ni acusados, ni condenados, ni castigados; y que la Señora Doña María dexase el Alcázar libre e desocupado al alcaide que del tiene la tenencia por S. M. y dexase libremente entrar a los caballeros, ciudadanos y moradores foraxidos dentro de la ciudad, y ansí las puertas, puentes y torres y fuerzas d'ella para las tener y guardar los alcaides y guardas d'ellas que d'antes las solían tener y guardar libremente.

Que el dicho doctor Zumel pusiese por S. M. las justicias y varas y oficios para gobierno y regimiento de la ciudad, de manera que estuviese como d'antes libre y desembarazada, sin la Señora Doña María se entremeter en poco ni en mucho en esto, solamente se mudase para sus casas y viviese pacíficamente en ella con su gente como d'antes solía.

E desta manera se asentó y aceptó por ambas partes y luego se mudó la Señora Doña María del Alcázar para sus casas , y entró el Prior y caballeros y canónigos y ciudadanos libremente y paseaban por la ciudad y holgaban, y el pueblo se estendía y comunicaba libremente los unos con los otros; y la Señora Doña María tenía en su casa su artillería y armas y gente de guarda, no se fiando todavía de nada, fasta que sucedió el caso siguiente, con que se declaró la ruin intención que los contrarios traían solapada.

Y fue así, que siendo venida la nueva de Roma cómo el Cardenal Adriano , arzobispo de Tortosa, maestro que había sido del Emperador, fuera elegido Papa por muerte de León X , el cabido d'aquella Santa Iglesia ordenó de hacer alegrías aquella noche , estravestidos en máscaras a caballo con antorchas en las manos corriendo por la ciudad; y andando así corriendo, acertó un mochacho, hijo de un agujetero, con otros a apellidar en tal decir ‘Papa, Papa’ por la costumbre que d'antes tenían, dixo ‘Padilla, Padilla’. Lo cual, oído por algunos de los que corrían, lo mandaron tomar e azotar reciamente; a lo cual acudiendo su padre, se tomó con aquellos que le daban, y los trató mal de palabras, de manera que se recreció alboroto y le llevaron preso , y luego otro día después sin más forma ni figura de juicio lo sacaron a ahorcar, y para ello ajuntaron mucha gente en son de guerra, armada y puesta en ordenanza.

Y sabida la prisión deste hombre y el propósito de su condenación por la Señora Doña María, les envió muchas veces a rogar y pedir que no quisiesen usar deste rigor, pues natural cosa era el padre acudir a el hijo, y los mochachos con ignorancia o mal costumbre apellidaban lo que se les antojaba. No aprovechó nada, sino pasar adelante con su rigor.

Estuvo determinada la Señora Doña María de salir y mandársele tirar, y hiciéralo, si no le estorbaran la Condesa de Monteagudo y Gutierre López, diciendo que menos daño era perderse un hombre que tornarse ella a poner en peligro y a los suyos. En fin, ella obedesció a su consejo, mas luego les dixo cuanto se erraba, y que acabado de justiciar el hombre, se habían de venir a buscar a ella y a los suyos;por lo cual luego mandó apercibir su gente y artillería y tomar las bocas de las calles por donde podían venir. Y fue así, que escasamente era el hombre ahorcado y la gente de guerra comenzó a marchar para su casa y tanto que los suyos y allegados los vieron venir. Comenzaron a requerirles de la parte del Emperador que no pasasen adelante, si no que entendiesen que se lo habían de resistir. Ellos no curaron de nada sino de pasar adelante. Entonces dispararon la artillería, y como la calle era estrecha, hizose mucho daño, que mataron de los primeros diez o doce e lisiaron e hirieron muchos otros; y acabado el primer ímpetu de la artillería anduvieron a ls manos fasta que salió la Condesa y Gutierre López y trabajaron por asosegar la cosa. Mas en cuanto ellos trataban con los contrarios, por detrás de las casas, por un corral de la casa de Don Pedro Lasso comenzaban a entrar soldados, a los cuales se acudió luego, y en fin hicieronlos retirar y duró la cosa e mediodía fasta de noche que se acabó de desparcir y sosegar la gente.

Entonces acabando de entender la Condesa y el Señor Gutierre López la ruin intención deste alcalde Zumel y de los más de su propósito, y viendo claramente que esta señora no estaba segura ni los suyos, entendieron en nuevo partido. Que todos los criados y paniaguados y allegados de la casa o cualesquiera otras personas que se sintiesen culpados, se saliesen esa noche fuera de la ciudad, y no saliendo que otro día en adelante estarían sus vidas y haciendas a la merced del Rey y de sus justicias, etc.

Diéronse tan buena maña la Condesa y Gutierre López, que antes de la media noche los sacaron a todos, de manera que no quedó persona a que pudiesen perjudicar; y de los criados se hizo una cuadrilla a tres cuartos de legua, fuera de Toledo, en el camino que va a Escalona, y estuvieron en el campo aguardando fasta lo que sucedió el día siguiente. Mas esa noche después de la gente salida, quedó la casa sola con la Condesa y sus criados en compañía de la Señora doña María y de sus mujeres, y no hubo alma nacida que la fuese a acometer ni para saquearla ni para algún otro insulto. Tanto era el respeto de su persona.

Esa noche platicaron y asentaron la Condesa de Monteagudo y la Señora Doña María Pacheco lo que luego por la mañana el día siguiente pusieron por obra, y fue que la Señora Doña María se saliese de Toledo disimuladamente disfrazada en hábito desconocido; y como estaba el monasterio de Santo Domingo, el viejo, junto con las casas y para la iglesia d'él había pasadizo, vestida una basquiña d'estameña enforrada en martas con su cuerpo y mangas estrechas y encima una saya y sayuelo de buriel como labradora, y apretada una toalla de lino llana y un sombrero viejo en la cabeza y el calzado al tenor, tomó de la mano una esclavilla baxa en que se recostar, porque estaba doliente y flaca; y con esta esclava, y ansí vestida se pasó a la puerta de la iglesia del monasterio; y visto el Sacramento, se salió por la calle de Santa Locadia abaxo, como iba a Nuestra Señora de Gracia a alguna devoción, y llegada a la puerta del Cambrón, halló gente de guardia en ella, entre los quales conoció un soldao de los que en su tiempo guardaban, y decía ella: “Nuestro Señor lo tenga en gloria, que el soldado la conociera, y que fuera tan buen hombre que volviera el rostro a otra parte y trabara plática con los otros de la guardia, fasta ella ser pasada de la puerta afuera”.

Salida en salvo, no osó a abaxar al campo por la calzada que está a par del muro, a mano izquierda, antes se fue derecha por la plaza que está delante de la puerta por donde van a echar la basura en los muladares, y llegada allí, vido un caminillo estrecho que baxaba por el muladar abaxo, y comenzando a descender por él, no se atrevió a baxar a pie, antes recoxidas sus haldas y todo el vestido se dejó ir rodando por allí abaxo y la moza con ella. Llegados a lo llano de la vega, halló una dueña de la Condesa que la esperaba y la tomó por la mano y la ayudó a llegar a un mesón o casa de posadas, onde entrando fue conocida de la huéspeda, y comenzando a hacer llanto con ella, le dixo: “Amiga, no cureis de llorar que no es tiempo: ved si teneis qué me dar de comer, que vengo muy flaca”; y ansí calló y le truxo de lo que tenía y la dueña también sacó de la manga otras cosas; y allí llegó luego un acemilero de la Condesa su hermana y truxo un macho de albarda, pequeño, albardado como para mujer labradora, y púsose encima del macho y comenzó a caminar y delante de ella el alcaide de Almazán a caballo guiando delante por donde habían de ir, y el acemilero a pie con su vara tocando el macho; y ansí continuaron el camino por la vega adelante fasta llegar a la orilla del Tajo, a los molinos que llaman de Lázaro Buey, adonde entre el río y un otero está el camino muy estrecho. Y en este paso estaban en guarda ciertos hombres de caballo para coger a algunos si quedaran escondidos la noche antes; y tanto que el alcaide que iba un tiro de piedra delante llegó, comenzaron a detenelle y querer saber quién era y dónde iba. El comenzó a dar sus razones para se descabullir d'ellos, y en tanto la Señora Doña María tomó la vara y comenzó a tocar el machuelo en que iba, de manera que en cuanto ellos estuvieron revueltos con el alcaide, tuvo ella lugar de pasar sin echar de ver en ella, pensando que sería alguna labradora con su marido a pie que pasaban para alguna aldea, y dende a poco el alcaide acabándose de desembarazar de las guardas fuese adelante, y alcanzóla allí luego a la vuelta d'aquella cuesta y guiaron su camino hasta llegar adonde estaba la gente toda de su casa esperando por ella.

E juntos todos y mudada de la bestia d'albarda en una mula concertada con andillas, se fueron camino de Escalona, adonde llegaron ya de noche; y sabido por el Marqués de Villena, su tío, hermano de su madre, cómo ella era allí venida y de qué manera pasaba el negocio, no la quiso acoger ni hospedar, antes le envió a decir que se fuese en buena hora a donde quisiese, que abastase el peligro y trabajo en que le había puesto, teniéndose por sospecha que todo lo que ella había maquinado había sido con su consejo; y pues él había ido a Toledo en tiempo que la ciudad estaba por ella a tratar con ella de la paz y siento de las cosas; y ansí fue que por evitar prolixidad en su lugar, lo disimulé, como viniera el Marqués de Villena y el Adelantado de Granada con gente de guerra bien apercebidos, y con aplacimiento de la Señora Doña María entraron en la ciudad y estuvieron siete u ocho días en ella, procurando de apaciguar y asentar las cosas; y visto que no podían acabar nada, se fueran, y aun pasaran peligro al tiempo de salir d'ella.

Así que el Marqués no la quiso recebir ni consintió que entrase en la villa. La Señora Marquesa le envió una buena mula concertada para caminar y trezientos ducados en oro y ciertas caxas de conservas para el camino. De allí se fue a la Puebla, adonde fue bien recogida del Sr. D. Alonso, hermano del Marqués; y así recogió y hospedó su gente en cuanto le convino estar allí, y d'allí se apartó con pocos y una dueña y una esclava a caballo y tomó el camino para Portugal, tomando cada día guías todas truxo consigo fasta estar dentro en Portugal, que fue en espacio de ocho o diez días después de salida de Toledo, y a todas pagó muy bien su trabajo para se tornar a sus casas, lo cual antes no consintiera por no poder alguna destas guías descubrir a dónde y cómo iba.

Y fue el camino tan apresurado y secreto, que estaba ya la Señora Doña María segura en Portugal cuando la comenzaron a buscar en los monesterios de Toledo, porque en aquel día siguiente después de su salida, le derribaron las casas y la publicaron por condenada a muerte natural por provisión del Emperador que para ello mostró el alcalde Zumel, el cual gravemente persiguió y cruelmente justició a los que pudo haber que habían sido señalados en las cosas pasadas. Y este mesmo hizo poner una coluna con un letrero infame en la plazuela e lugar donde fueran las casas de Juan de Padilla, el cual, a instancia de Gutierre López, mandó el rey tirar d'allí e dio licencia para se reedificar las casas, así como también había el Emperador dádole el mayorazgo de la casa, por cuanto había sido instituido en cabeza de Pero López de Padilla, su padre; y cuando fue degollado Juan de Padilla, su hijo mayor, aún no había heredado el mayorazgo; e así legítimamente pasó después de la muerte de Pero López a Gutierre López de Padilla, su hijo segundo, y que había siempre estado en servicio daquella Majestad.

Entró la Señora Doña María en Portugal en el mes de Hebrero del año de 1521, que fue el primero del reinado del rey D. Juan III deste nombre, hijo primogénito del rey Don Manuel, por cuya muerte quedara viuda la Serenísima Reina Doña Leonor, hermana del Emperador. Y entró en una villa llamada Castellobranco, a donde estuvo pocos días, y se pasó a la ciudad de la Guarda y dallí a la ciudad de Viseu y dallí a la ciudad del Porto, y en estas mudanzas se pasaron tres meses o cerca dellos, que era el término de un pregón general que el rey D. Juan, a instancia de la Reina Doña Leonor, su madrastra, habían mandado dar por todo el reino de Portugal, que toda persona, de cualquier estado o calidad que fuese, que estuviese neste reino por las Comunidades de Castilla, se saliese del dentro de tres meses, y siendo después hallado, fuese preso y él y sus bienes a merced del Rey.

E puesto que ansí fuese mandado por contemporizar con la Reina viuda, todavía por tercera persona el rey mandaba que no se hiciese ninguna vexación a las personas que estuviesen acogidas a este reino. Mas porque un juez ordinario de la ciudad do Porto, onde estaba la Señora Doña María, quiso exceder el modo y so color de pregón real determinó de querer verla y saber si era ella la persona que se decía, fue él reprehendido del rey, y la Señora Doña María salióse d'aquella ciudad y pasóse a Braga, a donde el reverendísimo Arzobispo D. Diego de Sosa, que en ella residía, la hospedó magníficamente y la reverenció y acató como a tal perlado y señora pertenecía

Y allí estuvo tres o cuatro años muy doliente de unas cámaras que ningún médico supo capitular ni pudo curar, veniendo diversos, y entre todos el gran doctor de la Parra, que allí estuvo dos meses, cathedrático de Salamanca; y porque aquella ciudad es muy húmida, por probar si se hallaría mejor mudando lugar, se pasó otra vez a la ciudad do Porto, que en latín se llama Portus Galliae, y corrompido el vocábulo Porto de Gaia (Galia?) que es un lugar de Fruente del arrabal desta ciudad, de la otra parte del Duero, el cual con un castillete antiguo dicen que poblaron franceses, y daquí se llama todo Portugal.

En esta ciudad venida, se aposentó en las casas del Obispo, que entonces servía a la Emperatriz de capellán mayor en Castilla, D. Pedro da Costa, que agora es Obispo de Osma; y este perlado no solamente le mandó dar sus casas que están asentadas en lo más alto y sano de la ciudad y encima del Duero con vistas muy graciosas para el mar y la tierra, más aún procuró andando en corte d'aquella Cesárea Magestad por medio del confesor, estando César recogido la Semana Santa en los monasterios, que se le pidiese perdón para la Señora Doña María, y estos tres cuaresmas, pero no lo pudo alcanzar, digo para su persona d'ella, que para todos los criados y paniaguados que con ella vinieron y se quisieron tornar a Castilla les hubo perdón comprado a dinero, porque eran personas exceptadas del perdón general que estaba hecho, y a cada uno d'ellos dio vestidos y encabalgaduras y dineros para se tornar a sus tierras y casas.

Quedaron con ella Diego de Figueroa y su capellán y yo que esto escribo, y la más familia tomó acá en Portugal. Y un año antes que falleciese, siendo yo cometido d'algunos príncipes d'este reino para enseñar sus hijos las lenguas y letras de humanidad, por su mandado d'ella asenté en la casa de Braganza, qu'es la mayor d'este reino después de la del rey y una de las principales de España; y a cabo de un año, estándose aún mi Señora Doña María en el Porto, e en las casas del Obispo, adoleció de dolor de costado; y siéndole declarado por los médicos que aquella era dolencia mortal, se lo agradeció mucho e se despuso varonil e christianamente para morir; de manera que hoy día y en cuanto fueren vivos los que presentes se hallaron, cuentan maravillosas cosas de su católica muerte.

Dexó mandado en su testamento que pues la Magestad de César no le diera lugar para ir viva a acabar la vida en Villalar, adonde está sepultado el cuerpo de Juan de Padilla, su marido, que enterrasen su cuerpo en la See do Porto, delante del altar de San Hierónimo, que está detrás de la capilla mayor; y comido el cuerpo, llevasen sus huesos a sepultar con los de su marido en dicha villa de Villalar, donde yace.

En esto puso grande diligencia el bachiller Juan de Sosa, su capellán, y fue a Castilla a solicitarlo, con el Sr. Marqués de Mondéjar y con el Sr. D. Bernardino de Mendoza, sus hermanos, y no pareció a su señoría bien que tal se hiciese por no renovar llagas viejas y recrudecer el ánimo del Emperador, y así se tornó; y como leal criado y virtuoso sacerdote, nunca más se partió do Porto, antes se quedó allí sirviendo en aquella Sé, y celebrando las más veces que pudo y puede, y diciendo responsos por la alma de su señoría, que Nuestro Señor tenga en su gloria.

Falleció en el año de Nuestro Señor Jesuchristo de mil e quinientos y treinta e un años, en el mes de Marzo. No se me acuerda el día cierto.

Fue mi Señora Doña María Pacheco muy docta en latín y en griego y mathemática, e muy leída en la Santa Escritura y en todo género de historia, en extremo en la poesía. Supo las genealogías de todos los Reyes de España y de África por espanto, y después de venida a Portugal por ocasión de su dolencia, pasó los más principales autores de la medicina, de manera que cualquiera letrado en todas estas facultades que venía a platicar con ella, había menester venir bien apercibido, porque en todo platicaba muy sotil y ingeniosamente. Su padre fue el gran Conde de Tendilla, Marqués de Mondéjar, y su madre hermana del Marqués de Villena, D. Diego López Pacheco.

AD ILLUSTRIS D. MARIAE PACCIECHAE TUMULUM


Principibus genita, et Padillae coniugis ultrix
Maria, sexus honos, clauditur hoc tumulo.
Haec quia non potuit (vitam cum clauserit exul)
coniugis ad bustum gressibus ire volens,
Sousa et Ficorhous rara pietate ministri
curarunt Dominam condere sarcophago;
viscera sed postquam dederit putrefacta cadaver,
contumulanda ferent ossibus ossa viri.
25





NOTAS.

1

Rodríguez Villa, A. «La viuda de Juan de Padilla», in Revista Europea. 12 de enero de 1879, número 255, pp. 33-36 et Revista Europea. 19 de enero de 1879, número 256, pp. 55-58.
Este autor volverá a recoger estos artículos en: Rodríguez Villa, A. Artículos históricos. Madrid: Jaime Ratés Martín, 1913, pp. 57-68.
A. Rodríguez, que hace de transcriptor de esta «Relación», nos dice que
«la relación que a continuación transcribimos, tan sencilla como la misma verdad, copiada de un tomo de papeles varios de la Biblioteca del Monasterio del Escorial (ij-v-3), de letra del siglo XVI […] parece escrita por un secretario suyo»,
desconociendo, por tanto, que era de Diego Sigeo.
Además, existe otro manuscrito en la Londres British Library, Ms Add 20922 fol. 18r-22v, que fue publicado por Luis de Matos:
Cfr.: Matos, L. de. A Corte Literária dos Duques de Bragança no Renacimiento. Conferência proferida no Paço Ducal de Vila Viçosa, em 15 de outubro de 1955. Lisboa: Fundação da Casa de Bragança, 1956, pp. 39 y ss.

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2

Guillermo de Croy, señor de Chièvres (1458-1521). Pérez, Joseph.- La revolución de las "Comunidades" de Castilla (1520-1521). Barcelona, RBA, 2005, pág. 113:
«En 1509 entró en escena un nuevo personaje en el entorno del príncipe, el señor de Chièvres, Guillaume de Croy, a quien se nombró preceptor del príncipe. Chièvres, profundamente ambicioso e interesado, pronto se impuso por su inteligencia política y su fuerte personalidad. Hasta su muerte, acaecida en 1521, habría de ejercer una influencia decisiva sobre su pupilo. Nada podía hacerse sin su pláceme, hasta el punto de que en 1517 era el verdadero dueño de Castilla».

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3

El 12 de febrero de 1520 se realizó en Calahorra la convocatoria oficial de las Cortes, que deberían reunirse en Santiago el 20 de marzo siguiente. Como el emperador observó que la mayoría de los procuradores que se presentaron en Santiago no le eran favorables a su propósito, suspendió las Cortes el 4 de abril y las convocó de nuevo en La Coruña el 22 de abril, donde ya logró el apoyo mayoritario.
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4

El 15 de abril de 1.520.
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5

Magán, Juan Manuel.- «Toledo, norte y espejo de la revuelta comunera», in Gómez Vozmediano, Miguel F. (coord..).- Castilla en llamas. La Mancha comunera. Ciudad Real, Almud, 2008, pág. 143:
«Una delegación de la ciudad de Toledo se dirigió entonces a Barcelona con la intención de entrevistarse con el monarca para hacerle llegar personalmente las inquietudes que su viaje (del Emperador) a Alemania había suscitado y para tratar otros asuntos que también causaban desasosiego en la ciudad, principalmente el relacionado con el cobro de la alcabala. Chièvres de nuevo aparece en escena como punto de discordia en la relación entre Toledo y el soberano; esta vez, impidiendo el encuentro entre la embajada toledana y su monarca. Toledo entonces da la voz de alarma, enviando cartas a las ciudades castellanas predisponiéndolas en contra de los planes del círculo flamenco, incitando a presionar al joven monarca para que no abandone España, para que se impida por todos los medios la saca de moneda,
"…No es razón que Su Cesárea Majestad gaste las rentas d'estos reinos en las de otros señoríos que tiene, pues cada uno d'ellos es bastante para sí, y éste no es obligado a ninguno de los otros, ni sujeto ni conquistado ni defendido de gentes extrañas..."
y para que se retiren a los extranjeros los oficios de gobierno y administración del reino. La misiva, a la que al principio hacíamos mención, proponía una reunión de representantes de las ciudades para tratar de todos los asuntos, iniciativa que no encontró eco, ya que, pese a reconocer la necesidad de abordar las inquietudes plasmadas por Toledo, se sugería que debía ser en cortes donde primero tenía que hacerse».

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6

Pe(d)ro Lasso de la Vega y Guzmán (finales del siglo 1485?-1554), hermano mayor del poeta Garci Lasso de la Vega (el que casara en segundas nupcias con Beatriz de Sá, a quien Garci Lasso cantó como "Elisa" en sus Églogas) , fue hijo de Garci Lasso de la Vega (1460-1512), señor de Los Arcos (Badajoz), mayordomo del Duque de Alba, maestresala del rey Fernando, continuo de la corte de los Reyes Católicos, alcaide de Vera

(Hernando del Pulgar (1436-1493).- Crónica de los Señores Reyes Católicos, don Fernando y doña Isabel de Castilla y de Aragón. (1481-1490). Valencia, Benito Monfor, 1780, pág. 329 :

«E como el Rey llegó a la cibdad de Lorca, mandó al Marqués de Cáliz e al Adelantado de Murcia, que fuesen con cierta gente en la delantera a poner real sobre la cibdad de Vera (…) E puso por alcayde e gobernador de aquella cibdad a Garcilaso de la Vega, su Maestresala...»),

y protagonista del romance contra el moro Tarfe en Santa Fe de Granada (como podemos ver en Ginés Pérez de Hita (1544-1619).- Historia de los vandos de los Zegríes y Abencerrages, cavalleros moros de Granada, y las Civiles Guerras que huvo en ella, hasta que el Rey Don Fernando el Quinto la ganó (1595), Barcelona, Lucas de Bezares, 1757, pp.515-528). Luego lo inmortalizaría Lope de Vega en sus dos obras: “Los hechos de Garci Lasso de la Vega y moro Tarfe” (1579?-1583?) y “El cerco de Santa fe e ilustre hazaña de Garcilaso de la Vega” (1596-1598), y al que según este autor, los reyes le concedieron -tras vencer al moro Tarfe- por armas un “Ave María”, el mismo que recuperara después de que Pérez del Pulgar lo colocase en una mezquita, lugar de donde el moro Tarfe lo quitó con rabia para ponerlo con mofa en el colón de su caballo; además añade este autor que desde entonces llevó el apellido ‘de la Vega’, «porque en la Vega hiciera campo con aquel pagano» (actualmente existe la fiesta de la “Toma de Granada”, donde se representa una comedia titulada “El triunfo del Ave María”, desde casi los inicios de la conquista de esta ciudad).

Garci Lasso fue también Comendador Mayor de León de la Orden de Santiago, alcaide de Jerez de la Frontera y Gibraltar, y del Consejo de su Majestad

Caso con doña Sancha de Guzmán (1468-1537), IV señora de Batres (Madrid) y Cuerva. Don Pe(d)ro Lasso de la Vega, por tanto, será V señor de Batres y Cuerva. Estudió bajo la tutela del humanista Pedro Mártir de Anglería,

Pues bien, conocido de dónde procedía, un resumen de lo que le aconteció a Pero Lasso sería el expresado a continuación:

Grima Cervantes, Juan.- «Estampas del pasado veratense (4)», in Revista Vera 30, nº 5, (mayo-junio, 1990), pp. 4-5; et nº 7, (septiembre, 1990),pp. 2-3.

«En 1512 fallece Garcilaso en el momento más encumbrado de su carrera política. Su hijo Pedro rápidamente solicita los cargos de su padre, que le serán reconocidos por la reina doña Juana el 11 de noviembre de 1512. Estos mismos títulos le serán de nuevo reconocidos más tarde por Carlos I a su llegada a España desde Valladolid, el 22 de marzo de 1518, donde Don Pedro le presta al nuevo rey pleitesía y homenaje. Sin embargo, las cosas iban a cambiar muy pronto. Efectivamente, estalla el movimiento comunero que se opone al emperador Carlos, y entre sus lideres estará Don Pedro Laso de la Vega, postura nefasta que pagará muy duramente, la vuelta de Carlos I y el fin de las Comunidades supone asimismo el fin político de los Laso de la Vega, que pierden todos los cargos, aunque Don Pedro no llega a ser ejecutado y es perdonado. Justo en el inicio de la revuelta de los comuneros es cuando se produce un hecho inesperado: el terremoto de Vera. El emperador no duda en aprovechar la ocasión para anular la alcaidía de Vera: primero, porque la fortaleza de esta ciudad ha rodado por los suelos, y, en segundo lugar, porque su tenedor, Don Pedro Laso de la Vega, hijo del fallecido Garcilaso, ha sido desleal. Las últimas pagas, obrantes en el Archivo de Simancas son del año 1518. A partir de ese momento, los 166.666 maravedis que cobraba el alcaide anualmente por la tenencia van a ser donados por merced expresa del emperador al concejo de Vera a fin de ayudar a construir y levantar la nueva ciudad: «Cayóse esta fortaleza con el temblor de la tierra e su Alteza la dio a la dicha cibdad de Vera para desde DXIX (año 1519) en adelante con los maravedís en tenencia que tiene, para que los gasten cada año en el reparo Della como se contiene en la cédula del asiento de ella…» Desde este momento los Laso de la Vega, dejaron de tener poder en Vera. La figura de Garcilaso dejó su aureola en el recuerdo y en los documentos. Con Don Pedro Laso no ocurrió lo mismo. Caído en desgracia – y sin haber visitado Vera que sepamos-, su figura por estas circunstancias se hundió en el olvido y apenas dejó rastros.»
También a él, como a su padre le sucedió, le cantaron algunas coplas:
¡Viva la gala de Juan de Padilla,
que quitó el pecho a Castilla!
¡Viva la gala de don Pedro Lasso,
que habló con el rey papo a papo!
Para más detalles sobre el personaje, véase:

Vaquero Serrano, Mª del Carmen et Ríos de Balmaseda, Antonia.- Don Pedro Laso de la Vega, el comunero, señor de Cuerva, su testamento, el de sus padres y el de su tercera esposa. Toledo, Serrano, 2001.
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7

San Soles era el antiguo barrio de la parroquia de San Zoilo, luego dedicado a san Bartolomé (de San Soles).

No obstante,parece que los delegados fueron otros.

Pérez, Joseph.- La revolución de las "Comunidades" de Castilla (1520-1521). Barcelona, RBA, 2005, pág. 145:

Dado que el rey se había negado a escuchar a una primera delegación, la ciudad decidió enviar una segunda [25 de febrero de 1520] , compuesta por dos regidores, don Pero Laso de la Vega [señor de Cuerva y Batres] y don Alonso Suárez de Toledo [señor de Gálvez y Jumela] [quienes tras protestar por iniciarse las cortes sin su presencia fueron requeridos para abandonar Santiago en 24 horas, se les comunicó que eran desterrados de Toledo, dando un plazo de 40 días para que don Pero Lasso de la Vega se retirara a su mayorazgo de Gibraltar, y de dos meses a don Alonso Suárez para que se fuera a su capitanía de hombres de armas. En abril regresará como un héroe a Toledo, Pedro Lasso de la Vega, incumpliendo la orden de destierro], y por dos jurados, Miguel de Hita y Alonso Ortiz, que partieron el 26 de febrero pese a la convocatoria de las Cortes.

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7

Magán, Juan Manuel, op.cit., pág. 149:
«En Galicia, la embajada toledana intentó por todos los medios que los procuradores de las ciudades se adhirieran a su postura. Sólo Salamanca, que había acudido a Santiago con intenciones muy parejas a las de Toledo, se alineó con la posición defendida por Pedro Laso de la Vega. El resto rehusó la invitación y secundó, en mayor o menor grado, las directrices regias expuestas en las Cortes. El aspecto de mayor discrepancia surgió en el controvertido asunto del servicio extraordinario, aprobado finalmente tras sucesivas votaciones merced a una exigua mayoría. Entretanto, los regidores Laso de la Vega y Suárez de Toledo fueron expulsados de la corte con la proscripción expresa de regresar a Toledo, prohibición que será desobedecida».

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8

Parroquia.
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9

Embarcó el 20 de mayo de 1520 rumbo a Alemania.
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10

El Condestable de Castilla, don Íñigo Fernández de Velasco y Mendoza (1462-1528), IV Conde de Haro y II Duque de Frías. Fue nombrado Condestable el 9 de septiembre de 1.520.
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11

El Almirante de Castilla era don Fadrique Enríquez de Cabrera y de Velasco, IV Almirante Mayor de Castilla, I conde de Módica y Osona, vizconde de Cabrera y de Bas y III conde de Melgar, IV Señor de Medina de Rioseco.
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12

Magán, Juan Manuel, op. cit., pp. 154 y 155:
«Surge desde Toledo la revolucionaria iniciativa de convocar a las ciudades con voto en Cortes, sin la preceptiva autorización real, con el fin de constituir una junta que asumiese la gobernación del reino hasta el regreso del monarca, anulando de este modo los poderes concedidos al cardenal Adriano…»
Esto fue el 8 de junio de 1.520. La ciudad proponía la consecución de cinco objetivos:* anular el servicio votado en La Coruña; * volver al sistema de los encabezamientos para cobrar los impuestos;* reservar los cargos públicos y los beneficios eclesiásticos a los castellanos; * prohibir la salida de dinero del reino * y designar a un castellano para dirigir el reino en ausencia del rey.
«Tras resolver algunas desavenencias respecto a su ubicación, finalmente se decide que sea la ciudad de Ávila la sede de la junta. A la convocatoria de Toledo (se constituyó la Junta el 25 de julio de 1.520, nombrándose presidente a Pedro Lasso de la Vega y Capitán general a Juan de Padilla) responderán inicialmente las principales ciudades castellanas: Salamanca, Burgos, Segovia y Toro; tras los sucesos de Medina del Campo (las fuerzas realistas entraron a saco en esta ciudad el 21 de agosto -de 1.520-, cometiendo muchos desmanes e incendiándola), otras más secundaron la iniciativa con el envío de procuradores a la Santa Junta de Ávila».

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13

Ibíd., pág. 156: Se exigía
«la supresión del pago de las alcabalas, amparándose en ciertos privilegios otorgados a la ciudad por Enrique IV».

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14

Pedro Maldonado Pimentel (1490-1522), señor de Babilafuente, fue el jefe de las milicias comuneras de Salamanca, junto a su primo Francisco Maldonado (1480-1521).
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15

El alcarreño Juan Bravo (1483-1521)era primo de María Pacheco, la esposa de Juan de Padilla. Fue el jefe de las milicias de Segovia
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16

Tras ser sustituido Padilla por Pedro Girón al frente de las tropas comuneras, y sufrir éste el desastre de Tordesillas, Padilla necesitaba subir el ánimo de las tropas comuneras, que iban desertando. Lo consiguió conquistando Torrelobatón y su castillo (asediada en 21 de febrero de 1.521, cuatro días después fue ocupada), que estaba estratégicamente situada entre Medina de Rioseco, capital del señorío del Almirante y cuartel general de las tropas realistas en ese momento, y Tordesillas, ciudad que se ansiaba nuevamente recuperar.
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17

El 29 de agosto de 1.520 se entrevistaron los procuradores de las comunidades con la reina Juana, exponiéndole cuál era la finalidad que pretendía, entre lo que se haya proclamarla reina. El 1 de septiembre, la reina nombra a Padilla General de sus ejércitos, y se acuerda una reunión de la Santa Junta en Tordesillas. El 3 de septiembre, la Santa Junta de Tordesillas se proclamó Consejo Real de la reina. Será fruto de esta presencia de los comuneros en Tordesillas el motivo por el que el Emperador tome algunos importantes acuerdos, como dispensar de pagar el tributo acordado en las Cortes de La Coruña a todas aquellas ciudades leales a la corona, concediendo, además, casi todas las peticiones que meses antes le habían presentado los comuneros; finalmente; hispanizó el gobierno, colocando junto al cardenal a Iñigo Fernández de Velasco y Fadrique Enríquez, almirante y condestable de Castilla, respectivamente, como hemos dicho. Pero durante el otoño de 1.520, la situación irá cambiando favorablemente a los realistas, perdiendo Tordesillas y otros lugares.
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18

El 24 de abril de 1521.
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19

El que toca el atabal (timbal, y también especie de tambor pequeño o tamboril).
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20

Flauteros.
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21

Los que cuidaban las acémilas o mulas o machos de carga.
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22

El Obispo de Pamplona, cronista real, fray Prudencio de Sandoval («Historia de la vida y hechos del emperador Carlos V, Máximo, Fortíssimo, Rey Cathólico de España y de lasIndias...». Amberes, Gerónimo Verdussen, 1681. Vol. 1., pág. 356) refiere la siguiente carta de Juan de Padilla para su mujer, antes de morir ajusticiado:
«Señora, si vuestra pena no me lastimara más que mi muerte, yo me tuviera enteramente por bien aventurado.Que siendo a todos tan cierta, señalado bien haze Dios al que la da tal, aunque sea de muchos plañida, y del recibida en algún servicio. Quisiera tener más espacio del que tengo para escreviros algunas cosas para vuestro consuelo: ni a mí me lo dan, ni yo querría más dilación en recibir la corona que espero. Vos, Señora, como cuerda llora vuestra desdicha, y no mi muerte, que siendo ella tan justa, de nadie deve ser llorada. Mi ánima, pues ya otra cosa no tengo, dexo en vuestras manos. Vos, Señora, lo hazed con ella, como la cosa que más os quiso. A Pero López, mi Señor, no escrivo, porque nomosso, que aunque fuy su hijo en ossar perder la vida, no fuy su heredero en la ventura. No quiero más dilatar, por no dar pena al verdugo que me espera, y por no dar sospecha, que por alargar la vida alargo la carta. Mi criado Sossa, como testigo de vista, e de lo secreto de mi voluntad, os dirá lo demás que aquí falta, y assí quedo dexando esta pena, esperando el cuchillo de vuestro dolor, y de mi descanso.»

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23

En aquel momento, el Prior de Castilla en la Orden de San Juan de Jerusalén era Antonio de Zúñiga y Guzmán (1480-1533). General del Ejército Imperial, nombrado por los Gobernadores de España el Cardenal Adriano, el Condestable de Castilla don Iñigo de Velasco y el Almirante de Castilla don Fadrique Enríquez, en la lucha contra los comuneros de Toledo, a los que venció, será nombrado por Carlos V, en 1522, Capitán General y Virrey de Cataluña.
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24

Antonio de Guevara escribió sendas cartas, tanto a Juan Padilla, primero, como a su esposa María de Padilla, para que dejaran las acciones de los Comuneros (Libro I de las Epístolas Familiares. pág 156 a y He aquí el testimonio de la carta dirigida a Juan de Padilla:
Letra para don Juan de Padilla, capitán que fué de los comuneros contra el rey en la cual le persuade el auctor que dexe aquella infame empresa. Magnífico señor y desacordado caballero:

La carta que de vuestra mano me escrebistes y la creencia que con Montalbán, vuestro criado, me enviastes, rescebí aquí, en Medina, y, para decir verdad, quanto holgué en ver la letra tanto hube pena en oír la embaxada, porque me parece todavía que queréis, señor, ir adelante con vuestra empresa, y acabar de perder la república. Bien, señor, os acordáis que en la junta de Ávila os dixe que íbades perdido y íbades engañado, y que íbades vendido, porque Hernando de Ávalos y don Pedro Girón, y el obispo de Zamora, y los otros comuneros no habían inventado esta guerra cevil con celo de remediar los daños de la república, sino por tomar cada uno de su enemigo venganza. También, señor, os dixe que me parescía gran vanidad y no pequeña liviandad lo que se platicava en aquella junta, y lo que pedían los plebeyos de la república, es a saber, que en Castilla todos contribuyesen, todos fuesen iguales, todos pechasen y que a maneras de señorías de Italia se gobernasen, lo qual es escándalo oirlo y blasfemia decirlo, porque así como es imposible governarse el cuerpo sin brazos, así es imposible sustentarse Castilla sin caballeros. También, señor, os dixe que siendo vos en sangre tan limpio, en cuerpo tan dispuesto, en armas tan mañoso, en ánimo tan esforzado, en juicio tan delicado, en condición tan bien quisto, en edad tan mozo, estaríades mucho mejor en Flandes sirviendo a vuestro Rey que no en Castilla alterándole su reino. También, señor, os dixe en cómo de nuevo criaba el Rey por gobernadores al Almirante y al Condestable, los cuales, con toda la grandeza y nobleza de España, se juntaban en Medina de Rioseco, para dar orden en desencastillar a Tordesillas y desparcir a los que están en Villa Bráxima, y mi voto y parescer era os presciásedes antes de ser soldado con los caballeros, que no capitán de los comuneros. También, señor, es dixe que los gobernadores habían mandado hacer un cadahalso, encima del cual puesto un rey de armas pregone públicamente por aleves y traidores a todos los caballeros y hijosdalgo que dentro de quince días no fuesen con sus armas y caballos debaxo del estandarte real, a servir y residir; y que me parecía deblades de cumplir antes con lo que los gobernadores mandaban, que no con lo que en Toledo os rogaban. También, señor, os dixe que comúnmente las guerras ceviles y populares suelen poder poco, valer poco y durar poco, y que después de acabadas y apaciguadas las repúblicas, tienen por costumbre los príncipes y señores dellas de perdonar a los pueblos y descabezar los capitanes. También, señor, os dixe que no os cebásedes de lisonjas locas ni de palabras livianas; es a saber, de muchos que os dirán que vos sois el padre de la patria, el refugio de los presos, el caudillo de los agraviados, el defensor de la república y el restaurador de Castilla, porque los mismos que hoy os llaman redemptor os pregonarán mañana por traidor. También, señor, os dixe en cómo debríades poner delante los ojos que vuestro padre Pero López, y vuestro tío Don García, y vuestro hermano Gutierre López, y todos vuestros deudos están en servicio del rey en el campo de los gobernadores, y que sólo vos, de vuestro linaje, estáis contra el rey con los comuneros, de lo qual resulta que teniendo vos sólo la culpa, resciben ellos allá la afrenta. También, señor, os dixe que pues el Rey no os ha hecho ninguna afrenta, ni quitado ninguna merced, ni mandado cosa injusta, no era justo fuésedes vos, señor, la palmatoria con que Hernando de Ávalos querría vengar su injuria, porque si él tiene prometido y jurado de vengarse de Xebes, también vos tenéis obligación de ser fiel al Rey. También, señor, os dixe que diésedes al diablo las prophecías y hechicerías y nigromancias de la señora doña María, vuestra muger, que me dicen que hace ella y una esclava suya, porque de hablar y tractar con el demonio no puede resultar sino que ella infierne el ánima y vos, señor, perdáis finalmente la vida. También, señor, os dixe no curásedes de intentar a querer meteros en el convento de Uclés, por ser maestre de Santiago, ni de echar de Toledo a don Juan de Ribera por tomarle el Alcázar, pues esto era vanidad pensarlo y liviandad emprenderlo, porque el maestrazgo no tenéis hechos los servicios porque os le den, ni los alcázares de Toledo no tiene don Juan fechas traiciones porque se los quiten.

Tantos y tan buenos consejos, tantos y tan provechosos avisos, tantas y tan persuasivas palabras, tantos y tan importunos ruegos, tantas y tan grandes promesas, tantas y tan grandes seguridades como yo os di, prometí, juré, rogué, importuné y aseguré, no era de amigo sospechoso, ni de hombre doblado, sino como de padre a hijo, de hermano a hermano y de amigo a amigo. Oxalá conociésedes, señor, el corazón mío y el corazón de Hernando de Ávalos, vuestro tío, y veríades en ellos muy claro en cómo yo soy el que os amó y él es el que os engaña; yo soy el que os doy la mano y él es el que os arma la zancadilla; yo soy el que os muestro el vado y él es el que os mete a lo hondo; yo soy el que os alumbro el hito y él es el que os quita el blanco; yo soy el que os tomo la sangre y él es el que os manca los brazos; finalmente, yo soy el que quiero curar y desopilar vuestra postema y él es el que quiere olear vuestra vida y enterrar vuestra fama. Si vos, señor, tomáredes mis consejos, assentara os yo en mis chrónicas entre los varones ilustres de España, es a saber: con el famoso Viriato, con el venturoso Cid, con el buen conde de Fernán González, con el caballero Tirán y con el Gran Capitán y otros infinitos caballeros dignos de loar y no menos de imitar. Pues quesistes y queréis seguir y creer a Hernando de Ávalos, y a los otros comuneros, será me forzado de assentaros en el cathálogo de los famosos tiranos; es a saber: con el alcayde de Castro Nuño, con Fernán Centeno, con el capitán Zapico, con la duquesa de Villalva, con el mariscal Pero Pardo, con Alonso Trujillo, con Lope Carrasco y con Tamayo el Izquierdo. Todos estos y otros muchos con ellos, fueron tiranos y rebeldes en los tiempos del rey don Juan y del rey don Enrrique, y la diferencia que de vos a ellos va es que cada uno dellos tiranizaba no más de a su tierra, y vos, señor, a toda Castilla.

Yo no sé qué fin tenéis, ni sé qué sacáis de seguir esta empresa y porfiar sobre tan injusta demanda, pues sabéis, y sabemos todos, que en caso que salgáis con ella, no hay quien os lo agradezca, y si no salís con ella hay Rey que os pida la injuria; porque la grandeza de Castilla ni sabe desobedecer a reyes, ni dexarse mandar de tiranos, Cuando ogaño me fuistes a hablar en Medina del Campo, y fuí con vos a ver el frenero, y a Villoria, el pellejero; y a Bobadilla, el tundidor; y a Peñuelas, el perayle; y a Ontoria, el cerrajero; y a Méndez, el librero; y a Lares, el alférez, cabezas y inventores que fueron de los comuneros de Valladolid, Burgos, León, Zamora, Salamanca, Ávila y Medina, yo, señor, me espanté y escandalizé, porque luego vi y conoscí que vos os guiábades por passión, y ellos seguían su opinión, y que todos huyades de la razón.

Ni porque yo sea en vida pecador, en hábito, religioso; en oficio, predicador, y en el saber, simple, habéis de tener en poco lo que yo os aconsejo; que, como decía Platón, «mucho debemos a los que nos avisan de lo que erramos y nos imponen en lo que hagamos, porque más vale emendarnos por correctión agena que no perdernos con perseveración loca».

Creedme, y no dudéis, señor Juan de Padilla, que si antes habláredes en Toledo, como después me hablastes en Medina, nunca vos entrárades en esta empresa, que, como decía el emperador Trajano, los hombres que tienen los corazones generosos y los rostros vergonzosos nunca deben comenzar lo que no es en su mano acabar, porque en tal caso dejarán con gran vergüenza lo que comenzaron con buena esperanza. Bien sabéis, señor, que todos los que trahéis en vuestro campo contra el Rey, son ladrones, homicianos, blasfemos, fementidos y oficiales sediciosos y comuneros, los quales todos, como sea gente baxa y cevil, habéis los de rogar y no forzar, sufrir y no castigar, pagar y no mandar, hablar y no amenazar, porque aquéllos no os siguen a fin de remediar los agravios que se hacen, sino por robar las haciendas que otros tienen. El día que el Rey entre en Castilla, el día que perdáis alguna batalla y aun el día en que no haya para pagar la gente de guerra, a la hora veréis, señor, cómo se os irán sin que los despidáis y aún os venderán sin que se lo sintáis.

Habed, señor, compasión de vuestra edad tierna, de vuestra sangre tan limpia, de vuestra parentela tan honrada, de vuestra casa tan antigua, de vuestra condición tan buena, de vuestra abilidad tan entera y de vuestra juventud tan mal empleada, las cuales cosas todas tenéis oleadas y aun casi amortajadas. Si a mí queréis creer y a mis palabras alguna fe dar, encomendaos a Dios, dexad esa empresa, tornad al Rey, yos para los gobernadores y dad de mano a esos comuneros, que, según el Rey es piadoso, y desean todos vuestro remedio, en mucho más tendrá venirle a servir a tal coyuntura que no haber levantado contra él esta guerra. No os engañe el demonio ni algún vano pensamiento dexar esto de hacer por pensar que os han de notar de liviano en lo que emprendistes y de traidor en lo que os encargastes, porque en todas las historias del mundo a los que siguen a su rey llaman leales y a los que son rebeldes llaman traidores. A un caballero, si le llaman perezoso, madruga; si le llaman desbocado, calla; si le llaman glotón, témplase; si le llaman adúltero, abstiénese; si le llaman furioso, súfrese; si le llaman ambicioso, abáxase; si le llaman pecador, emiéndase; mas si le llaman traidor, ni hay agua con que se lave, ni disculpa con que se disculpe.

Ni el Rey está tan ofendido, ni el reino está tan alterado, ni los negocios están tan adelante, ni los gobernadores están tan desganados para que no os podáis reducir y os quede tiempo para servir; y si esto quisiéredes hacer, a fe de christiano os prometo, y a ley de bueno os juro, que, enmendando vos, señor, el avieso, mude mi pluma el estilo. Montalbán, vuestro maeste sala y yo hablamos en secreto assaz cosas secretas, y pues él me creyó, creedle vos, señor, a él, y si no quisiéredes, lavo mis manos de vuestra culpa y dende agora me parto de vuestra amistad. No más, sino que con la fe y creencia que rescebí vuestra carta, con ella mesma recibáis esta mía.

De Medina del Campo, a VII de marzo. Año MDXXI.

Y ahora, la dirigida a María de Padilla.
Letra para doña María de Padilla, muger de don Juan de Padilla, en la cual le persuade el auctor se torne al servicio del rey y no eche a perder a Castilla.

Muy magnífica y desaconsejada señora:

En los tiempos que imperaba el buen emperador Justiniano allá en Oriente, gobernaba los reynos de Poniente un capitán suyo, que había nombre Narsetes, varón de gran capacidad para gobernar y de gran ánimo para pelear. De este Narsetes decían los romanos que estaba en él solo la fuerza de Hércules, la audacia de Héctor, la generosidad de Alexandro, el ingenio de Pirro, el ánimo de Antheo y la fortuna de Scipión. Después que este ilustre capitán hubo vencido y muerto a Thotila, rey de los godos, y a Uncelino, rey de los gallos, y a Sindual, rey de los britones, y pacificado y triunphado de todos los reinos de Poniente, revolviéronle los romanos con su señor Justiniano, diciendo que se le quería levantar con el imperio. Fué necesario, pues, a Narsetes partir de Roma y pasar en Asia, a verse con el emperador Justiniano, y con la emperatriz Sophía, su muger, para mostrar su inocencia y probar que todo aquello era levantado por envidia. Días había que la emperatriz Sophía quería muy mal a Narsetes, unos dicen que porque era rico, otros porque mandaba el imperio, otros porque era eunucho, y como vió sazón para mostrarle su odio, díxole un día en Palacio: «Pues tú, Narsetes, eres menos que hombre y medio muger, por ser eunucho, yo te mando que dexes la governación del imperio, y te subas al telar a do texen mis doncellas tocas, y allí les ayudarás a aspar mazorcas». Aunque Narsetes era hombre de gran autoridad y de mucha gravedad, llegáronle aquellas palabras tan a lo íntimo de las entrañas, que se le demudó la cara, y se le arrasaron los ojos de lágrimas, y así, lastimado y lloroso, dixo: «Mucho quisiera, serenísima princesa, que me castigaras como señora, y que no me lastimaras como muger, y no me pesa tanto de lo que me has dicho quanto de la ocasión que me das a lo que te tengo de responder». Y dixo más: «Yo me parto para Ytalia a texer, urdir y tramar una tela, que ni tú la sepas entender, ni aun tu marido la pueda destejer».

Viniendo, pues, al propósito, el señor Abad de Compludo me dió aquí, en Medina, una carta de vuestra merced, la cual venía tan atrevida y descomedida, que él hubo vergüenza de habérmela dado, y yo me espanté de ver lo que en ella venía espripto. Como dixo el buen Narsetes a la emperatriz Sophía, no me pesa de lo que me decís, sino de lo que os tengo de responder, porque será necesario que salga mi pluma a hacer armas con vuestra lengua.

Decís, señora, en vuestra carta que vistes la carta que envié a vuestro marido Juan de Padilla, y que bien paresce en ella que es de frayle irregular, desbocado, atrevido, absoluto y disoluto, y que si estuviera allá en el mundo, no sólo osara tales cosas escrebir, mas aun ni por los rincones hablar. Afeáis me también mucho que soborné a don Pedro Lasso, que sosaqué a don Pedro Girón, que me tomé con el obispo de Zamora, que fuí por los gobernadores a Villa Bráxima, que predico públicamente contra la Junta y que en mi boca no hay verdad, ni en mis obras fidelidad. También me argüís, afeáis, condenáis y aun amenazáis por aquella carta que a vuestro marido escrebí, y por los enojos que le di, afirmando y jurando que después acá que yo le hablé, siempre anda triste, pensativo, amohinado y aun desdichado. También me notáis, y aun argüís, que nunca paro de lisongear a los gobernadores, engañar a los de la Junta, desanimar a su gente de guerra, predicar contra la comunidad, prometer lo que el Rey no manda, ir y venir a Villa Bráxima y traer embaucada a toda Castilla. Estas y otras semejantes cosas vienen en vuestra carta, indignadas de escrevir y escandalosas de contar; mas pues vuestra merced echó primero mano a la espada, no se quexe si en la cabeza le acertare alguna herida.

A lo que decís, señora, que si estuviera en el mundo como estoy en la religión no osara tal carta a vuestro marido escrebir, vos, señora, decís muy gran verdad, porque siendo yo hijo de don Beltrán de Guevara y sobrino de don Ladrón de Guevara, a estar allá en el mundo no había yo de escrebir, sino de pelear; no de cortar la péñula, sino de aguzar la lanza, no de aconsejar a vuestro marido, sino de reptarle de comunero; porque el competir sobre lealtad a traición no se ha de averiguar con palabras, sino con armas. Yo, señora, soy en profesión christiano; en hábito, religioso; en doctrina, theólogo; en linage, de Guevara; en oficio, predicador, y en la opinión, caballero, y no comunero; por cuya causa me prescio de predicar la verdad y impugnar la comunidad. Tengo por verdad a los que defienden la verdad, que son los caballeros y hijosdalgo que están en nuestro exército, pues no saltean los caminos, no roban las iglesias, no talan las mieses, no queman las casas, no saquean los pueblos y no consienten hombres perdidos, sino que guardan su ley y sirven a su rey. Tengo por comunidad y comunero a Hernando de Ávalos, que la inventó; a vos, señora, que la sustentáis; a vuestro marido, que la defiende; al obispo de Zamora, que la sigue; a don Pedro Girón, que la autoriza; a don Pedro Laso, que la predica; a Sarabia, que la alaba; a Quintanilla, que se anda con ella, a don Carlos de Arellano, que la honrra, y a don Pedro Pimentel, que la manda; los quales todos ni saben lo que siguen, y menos lo que pierden.

Yo bien sé que Hernando de Ávalos fué el primero que la comunidad inventó, y también sé que en vuestra casa se ordenó y platicó el hacer la junta en Ávila, y la orden de levantar a todo Castilla; de manera que él puso el fuego y vos, señora, le soplastes. Negro corregimiento fué aquel de Gibraltar, que quitaron a Hernando de Ávalos, pues fué ocasión de él engañaros a vos, y vos a Juan de Padilla, y Juan de Padilla a don Pedro Girón, y don Pedro Girón a don Pedro Laso, y don Pedro Laso al Abad de Compludo, y el Abad de Compludo al obispo de Zamora, y el obispo de Zamora al licenciado Bernardino, y el licenciado Bernardino a Sarabia, y Sarabia a todos los más de la letanía.

Muchas veces he pensado, y aun lo he preguntado, qué fué el motivo, señora, para conmover y alterar este reino, y dícenme todos vuestros amigos, y aun deudos, que adevinastes o soñastes ver a vuestro marido maestre de Santiago, lo cual, si ansí es, es una muy grande liviandad, y no pequeña vanidad, porque ya podría ser que en lugar de darle la cruz, le pusiesen en la cruz. Si queréis a vuestro marido hacerle maestre de Santiago, otro camino habéis de tomar, y otro consejo habéis de dar, porque aquella tan alta dignidad no la ganaron los maestres pasados revolviendo, como vos, a Castilla, sino peleando con los moros en la vega de Granada. En todas las repúblicas del mundo hay amigos y enemigos, contentos y descontentos, prósperos y abatidos, y aun leales y traidores, y en lo que se conocen los unos y los otros es: que los leales se dan a servir, y los traidores se ocupan en robar.

Pensad, señora doña María, que ya murió el rey don Juan, ya fallesció el rey don Enrique, ya degollaron al mariscal Pedro Pardo, ya desterraron al alcalde de Castro Nuño, ya empozaron al capitán Zapico y ahorcaron a Fernán Centeno, en cuyos tristes tiempos, quien más podía, más tenía; mas ya, gracias a Dios, quien algo quisiere, no sólo lo ha de pedir, mas aún ha lo de servir. Si las historias no nos engañan, Mamea fué superba, Medea fué cruel, Marcia fué envidiosa, Popilia fué impúdica, Zenobia fué impaciente, Helena fué inverecunda, Macrina fué incierta, Mirthan fué maliciosa, Domicia fué malsobria; mas de ninguna he leído que haya sido desleal y traidora, sino vos, señora, que negastes la fidelidad que debíades, y la sangre que teníades. Descendiendo vos, señora, de parentela tan honrrada, de sangre tan antigua, de padre tan valeroso y de linage tan generoso, no sé qué pecados fueron los vuestros para que os cupiese en suerte marido tan poco sabio y a él cupiese muger tan sabida. Suelen ser las mugeres naturalmente piadosas, y vos, señora, sois cruel; suelen ser mansas, y vos sois brava; suelen ser pacíficas, y vos sois revoltosa, y aun suelen ser cobardes, y vos sois atrevida; por manera que a la duquesa de Villalba sucedió doña María de Padilla. Quéxase Asiria que se revolvió por Semíramis, Damasco por Mitrida, Armenia por Pincia, Grecia por Helena, Germania por Urondonia, Roma por Agripina, España por Hecuba, y agora se quexa Castilla no que se revolvió por vos, sino que la revolvistes vos.

Para assosegar esa ciudad de Toledo, a do vos, señora, estáis, ni bastan mandamientos del Rey, promesas de los gobernadores, el exército del prior de Sant Juan, amenazas de don Juan de Ribera, ruegos del arzobispo de Barri, persuasiones de vuestros hermanos, ni aun oraciones de los monesterios, sino que cada día estáis más y más encarnizada en la guerra y menos amiga de la paz. También, señora, os levantan que tenéis una esclava lora o loca, la cual es muy grande hechicera, y dicen que os ha dicho y afirmado que en breves días os llamarán señoría, y a vuestro marido alteza, por manera que vos esperáis suceder a la Reina nuestra Señora, y él espera suceder al Rey don Carlos. Yo esto no lo creo, ni jamás lo creeré; mas si por caso es algo, guardaos del diablo y no creiáis al demonio, porque. Joseph soñó que había de ser señor de toda Egipto, y no soñó que le habían de vender allí por esclavo. Ya puede ser que como el demonio es subtil y mañoso, os haya prenosticado la fama que vos tenéis, y el mando que tiene vuestro marido, y cómo el Rey se había de ir y Castilla de revolver, y por otra parte os haya encubierto cómo la comunidad se ha de deshacer y cómo vosotros os habéis de perder.

Zorastes, que fué el inventor del arte mágica; Demócrito el philósopho, y Arthemio, capitán de los thebanos, y Pompeo, cónsul de los romanos, y Tulio y la hija de Tulio, y otros infinitos con ellos, se dieron a hablar con los demonios, y a querer creer mucho en sueños, los quales, si como son muertos, fueran vivos, ellos nos contaran de las burlas que los demonios les hicieron acá, y los tormentos que les dan allá. Nunca vi ni jamás leí a hombre ni muger creer en sueños, hacer hechicerías, andar con nigrománticos, mirar en agüeros, tractar con encantadores y encomendarse a los magos, que no fuese tenido por muy liviano, y aun por muy mal christiano, porque el demonio con ninguno tiene tan estrecha amistad para que haya gana de avisarle, sino de engañarle.

También, señora, os levantan por acá que entrastes en el sagrario de Toledo a tomar la plata que allí estaba, no para renovarla, sino para pagar a vuestra gente de guerra. Ha nos caído acá en mucha gracia la manera que tuvistes en el tomarla y saquearla: es a saber, que entrastes de rodillas, algadas las manos, cubierta de negro, hiriendo os los pechos, llorando y sollozando, y dos hachas delante de vos ardiendo. ¡Oh bienaventurado hurto! ¡Oh glorioso saco! ¡Oh felice plata!, pues con tanta devoción meresciste ser hurtada de aquella sancta iglesia. Los hombres, quando hurtan, temen, y quando los ahorcan, lloran; en vos, señora, es lo contrario, pues al hurtar, lloráis, pienso al justiciar os reiréis. Para enviar los romanos un presente al dios Apolo, que estaba en Delphos, todas las romanas dieron los collares de sus gargantas, los anillos de sus dedos, las axorcas de sus muñecas y aun los chocallos de sus orejas, porque por más bien empleado tenían ellas el darlo a sus templos que no traerlo sobre sus personas. Plega a Dios, señora doña María, seáis agora mejor christiana que fuérades entonces romana, que pues os atrevistes a tomar la plata de la iglesia de Toledo, de mala gana daríades vuestro oro para el templo de Apolo. Tomar de los soldados para dar a la Iglesia, aún pasa; mas tomar de la Iglesia para dar a los soldados, es cosa escandalosa y descomulgada; por manera que fué sacrilegio tomarlo de do se tomó y fué grande escándalo darlo a quien se dió.

Húmilmente, señora, os suplico que atajéis estos males, dexéis esa gente, abráis esas puertas, recojáis a vuestro marido, asoseguéis vuestro corazón, deis al diablo hechiceras y hayáis piedad de Toledo; porque de otra manera, si los negocios van como han ido hasta aquí, nosotros ternemos bien que llorar y vuestra merced que pagar.

De Medina de Rioseco, a XVI de enero MDXXII.


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25

Este epitafio, realizado por el capellán de doña María de Padilla,Juan de Sosa y el caballero don Diego de Figueroa, lo hallamos reproducido también en Quevedo, José (ed. y trad.). Juan de Maldonado. El movimiento de España, o sea Historia de la Revolución conocida con el nombre de las Comunidades de Castilla. Madrid: E. Aguado, 1840, pp. 336-337, y que traduce así:


María, de altos reyes derivada,
De su esposo Padilla vengadora,
Honor del sexo, yace aqui enterrada.
Muriendo en proscripcion se vió privada
De ir, cual quiso, á la tumba de su esposo;
Pero Sousa y Ficorhoo sus criados
Le procuraron sepulcral reposo.
Luego que el cuerpo consumido fuere,
Bajo una losa deben verse unidos
Los restos de consortes tan queridos.

Luego, también, entre otros: Schur, Rhoda et Green, Roger P. H. (coords.) Acta Conventus Neo-Latini Abulensis. Arizona: Center for Medieval and Renaissance Studies, 2000, pág. 16.
Márquez de la Plata, Vicenta. Mujeres renacentistas en la corte de Isabel la Católica. Madrid: Castalia, 2005, pág. 339.
Ponce Cárdenas, Jesús. "El epitafio hispánico en el Renacimiento: textos y contextos", in e-Spania [En línea], 17 de febrero de 2014, in http://e-spania.revues.org/23300.

Finalmente, recordemos el epitafio que le hizo su hermano Diego Hurtado de Mendoza:

Si preguntas mi nombre, fue María;
si mi tierra, Granada; mi apellido
de Pacheco y Mendoza, conocido
el uno y otro más que el claro día;
si mi vida, seguir a mi marido;
mi muerte, en la opinión que él sostenía.
España te dirá mi calidad,
que nunca niega España la verdad

Díez Fernández, José Ignacio. Diego Hurtado de Mendoza. Poesía completa. Sevilla: Fundación José Manuel Lara, 2007, p. 142.
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